La historia de los colonos en lo que hoy son los Estados Unidos comienza a inicios del siglo XVII. Si bien desde finales del siglo XV los españoles y franceses habían explorado y fundado asentamientos en distintas partes de América, fueron los ingleses quienes lograron establecer colonias duraderas en la costa atlántica de Norteamérica. En 1607 se fundó Jamestown, en Virginia, considerada la primera colonia inglesa permanente. Allí llegaron colonos atraídos por la posibilidad de encontrar oro y riquezas, así como por la oportunidad de poseer tierras fértiles. Sin embargo, los primeros años fueron muy difíciles: las enfermedades, la escasez de alimentos y los enfrentamientos con los pueblos indígenas pusieron en riesgo su supervivencia, hasta que con la ayuda de cultivos como el tabaco la colonia comenzó a prosperar.
Unos años más tarde, en 1620, otro grupo de colonos, conocidos como los Peregrinos, viajó en el famoso barco Mayflower y desembarcó en la región de Massachusetts, donde fundaron la colonia de Plymouth. A diferencia de los colonos de Virginia, su motivación principal no era económica, sino religiosa: buscaban huir de la persecución en Inglaterra y practicar libremente su fe protestante (Jacobo I). Este asentamiento marcó el inicio de una corriente migratoria en la que muchos grupos europeos, especialmente ingleses, pero también holandeses, alemanes y escoceses, cruzaron el Atlántico en busca de libertad y oportunidades.
Durante el siglo XVII y parte del XVIII, las colonias se multiplicaron a lo largo de la costa este. Algunas fueron fundadas por compañías comerciales en busca de beneficios, como Virginia; otras nacieron por motivos religiosos, como Massachusetts, Rhode Island o Pensilvania, que recibió a los cuáqueros perseguidos en Europa; y algunas fueron creadas como refugios sociales, como Georgia, destinada a acoger a deudores y personas con problemas económicos en Inglaterra.
Con el tiempo, estas distintas colonias comenzaron a organizarse y desarrollarse de manera propia, cada una con sus características económicas y sociales. En el norte predominaba una economía agrícola diversificada, la pesca y el comercio marítimo; en el centro se mezclaban la agricultura y el comercio gracias a la diversidad cultural; y en el sur se consolidaban grandes plantaciones de tabaco, arroz y algodón, basadas en gran medida en la mano de obra esclava africana.
Finalmente, hacia mediados del siglo XVIII, las colonias inglesas en Norteamérica ya eran trece, extendidas desde Nueva Inglaterra en el norte hasta Georgia en el sur. Estas Trece Colonias representaban un mosaico de culturas, religiones y economías distintas, pero compartían el hecho de haber sido fundadas por colonos europeos en busca de mejores condiciones de vida. Con el paso del tiempo, estas colonias se convertirían en la base de los Estados Unidos, al unirse en su lucha por la independencia frente a Inglaterra en 1776.