Desde 1793, Francia se encontraba en una situación crítica:
En el exterior, estaba en guerra contra varias potencias europeas (Austria, Prusia, Inglaterra, España…), que querían restaurar la monarquía.
En el interior, había revueltas contrarrevolucionarias, como la insurrección de la Vendée, y problemas de hambre e inflación.
Ante esta amenaza múltiple, los jacobinos, que dominaban la Convención Nacional, instauraron un régimen de excepción. Se suspendieron derechos y libertades, y el Comité de Salvación Pública, dirigido por Robespierre, Danton y Saint-Just, asumió poderes casi dictatoriales. Su objetivo era salvar la Revolución eliminando a sus enemigos, tanto internos como externos.
Se creó entonces el Tribunal Revolucionario, encargado de juzgar de manera rápida a los sospechosos de traición, espionaje o simplemente de tener ideas contrarias a la Revolución.
Aunque el Terror ya existía desde 1793, se intensificó notablemente en el verano de 1794. A esta fase extrema se la conoce como el Gran Terror.
Su característica principal fue la radicalización de la represión. Cualquier sospecha bastaba para ser arrestado: nobles, sacerdotes, antiguos revolucionarios moderados e incluso ciudadanos comunes fueron acusados de “enemigos del pueblo”.
El 24 de junio de 1794, se aprobó la llamada Ley de Pradial, que simplificaba aún más los juicios del Tribunal Revolucionario:
Eliminaba la defensa legal de los acusados.
Bastaba con una simple denuncia o “sospecha moral” para ser condenado.
Las sentencias solo podían ser absolución o muerte.
Como consecuencia, el número de ejecuciones se multiplicó rápidamente. En París, la guillotina funcionaba sin descanso en la Plaza de la Revolución (actual Plaza de la Concordia). En solo unas semanas, más de 1.300 personas fueron ejecutadas en la capital.
Entre las víctimas hubo desde nobles hasta antiguos compañeros de Robespierre, como Danton y Desmoulins, acusados de traición por haber pedido moderación.
El clima de miedo y sospecha se volvió insoportable. Muchos diputados de la Convención temían ser los próximos en caer. Finalmente, el 27 de julio de 1794 (9 de Termidor del año II), Robespierre fue arrestado junto con sus seguidores y guillotinado al día siguiente.
Su caída marcó el fin del Gran Terror y el comienzo de una nueva etapa más moderada: el Directorio.
El Gran Terror fue un intento desesperado de mantener la Revolución a cualquier precio, pero terminó destruyéndose a sí mismo.
Logró mantener la unidad del país durante la guerra.
Sin embargo, dejó una profunda huella de violencia, miedo y desconfianza.
A partir de entonces, el término “Terror” quedó asociado al abuso del poder y la represión política, y se convirtió en una advertencia sobre los peligros de justificar la violencia en nombre de una causa justa.