A finales del siglo XVIII, Europa estaba dominada por monarquías absolutas con ejércitos tradicionales, formados por soldados profesionales o mercenarios, bajo el mando de nobles. Sin embargo, la Revolución Francesa (1789) transformó radicalmente este modelo.
Por primera vez, la defensa del país pasó a ser una “causa nacional”, y el ejército se convirtió en una fuerza del pueblo. En 1793, la Convención Nacional decretó la “levée en masse” (levas en masa), es decir, la obligación de todos los ciudadanos varones de defender la patria. De este contexto surgió el ejército revolucionario francés, que luego Napoleón Bonaparte perfeccionó y convirtió en una máquina militar sin precedentes.
Cuando Napoleón asumió el poder (primero como Cónsul, en 1799, y luego como Emperador, en 1804), heredó un ejército numeroso, entusiasta y con oficiales surgidos del mérito y no del linaje. Lo que hizo Napoleón fue organizarlo, disciplinarlo y transformarlo en un sistema militar eficaz, flexible y moderno.
Entre 1800 y 1815, el “Grand Armée” (Gran Ejército) se convirtió en el instrumento con el que Napoleón conquistó buena parte de Europa. En su apogeo (campaña de 1812 contra Rusia) llegó a tener más de 600.000 soldados de distintos países del imperio napoleónico.
El ejército napoleónico estaba organizado de forma jerárquica pero descentralizada, lo que le daba una enorme movilidad y autonomía operativa.
Infantería:
Era la base del ejército.
Se dividía en infantería de línea (más pesada) y infantería ligera (más rápida y flexible).
Los soldados iban armados con el mosquete de chispa Charleville y bayoneta.
Las tácticas combinaban formaciones cerradas (para resistir cargas de caballería) con líneas abiertas (para aprovechar el fuego).
Caballería:
Se dividía en ligera (husares, cazadores) para exploración y persecución, y pesada (coraceros, dragones) para romper líneas enemigas.
Era crucial para el reconocimiento, la carga final y la persecución tras la batalla.
Artillería:
Napoleón era artillero de formación, y dio a este cuerpo un papel esencial.
Mejoró la movilidad de los cañones, haciendo que acompañaran a la infantería.
Introdujo baterías concentradas que disparaban con gran rapidez y precisión.
Estado Mayor y Cuerpos de Ejército:
Napoleón reorganizó sus fuerzas en cuerpos de ejército de unos 20.000 a 40.000 hombres cada uno.
Cada cuerpo tenía infantería, caballería, artillería y servicios propios, lo que le permitía actuar de manera independiente si era necesario.
Esto permitía moverse rápido, atacar por varios frentes y reagruparse con eficacia.
Sus tropas marchaban separadas y combatían unidas, lo que evitaba embotellamientos y facilitaba el abastecimiento.
Utilizaba movimientos envolventes para cortar la retirada del enemigo.
Aprovechaba al máximo el efecto sorpresa y la velocidad de maniobra.
Napoleón demostró la superioridad de su sistema en numerosas batallas:
Austerlitz (1805): considerada su obra maestra táctica. Derrotó a austríacos y rusos combinando engaño, velocidad y concentración de fuerzas.
Jena (1806): destruyó al ejército prusiano en un solo día.
Wagram (1809): mostró la potencia de su artillería y la coordinación de sus cuerpos de ejército.
A partir de 1812, con la campaña de Rusia, las debilidades del sistema se hicieron evidentes:
El ejército era demasiado grande y difícil de abastecer.
El reclutamiento masivo redujo su calidad.
Las guerras constantes agotaron los recursos y la moral.
Los enemigos aprendieron de Napoleón y adoptaron sus tácticas.
Tras las derrotas de Leipzig (1813) y Waterloo (1815), el ejército napoleónico fue finalmente destruido, pero sus innovaciones marcaron el modelo militar moderno.
El modelo napoleónico transformó los ejércitos de Europa y del mundo:
Se impuso el servicio militar obligatorio.
Se adoptaron los cuerpos de ejército autónomos.
Se valoró el mérito y la formación de los oficiales.
Se profesionalizó el Estado Mayor.
En muchos sentidos, el ejército napoleónico fue el primer ejército moderno, precursor de las fuerzas armadas del siglo XIX y XX.